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Hijos de migrantes: los Chicos de Tercera Cultura

Ana Laura Bisonni Pérez/Especial Bienhallados

Para optar al Grado en Psicología por la Universidad Miguel de Cervantes, Facultad Ciencias de la Salud Valladolid, la docente de origen argentino realizó una Investigación sobre los factores psicosociales de los descendientes de inmigrantes.

“El tema seleccionado tiene mucho que ver conmigo, soy inmigrante y vine a España junto con mi marido, con tres niños pequeños, los cuales se educaron y criaron dentro de las paredes de mi hogar con una cultura, y de la puerta para fuera, con otra realidad”, explica Ana Laura.

No tenía muy claro si había algún tipo de estudio que tratara sobre este tema en particular, hasta que dio con un taller de Chicos de Tercera Cultura (CTC), impartido por “un sabio y afectuoso Guille Eddy, abriendo ante mis ojos un mundo no sólo de sensaciones y vivencias sino también dando explicación a muchos interrogantes que tenía en mi cabeza”, recuerda.

Su pesquisa se apoyó en la bibliografía encontrada, “que no es mucha” (la mayoría son artículos periodísticos y presentaciones de internet); en su experiencia como madre de hijos CTC en su trabajo como profesora, ya que casi el 95% de sus alumnos y alumnas han nacido en otro país son nacidos en España, pero de padres inmigrantes.

Decidió investigar las características psicoevolutivas, las conductas adaptativas, el lenguaje, las características motrices, la conducta personal-social y el área socioemocional de niños entre tres y once años de edad, sin pasar por alto las actitudes-habilidades que deben tener los padres de los Chicos de Tercera Cultura

“En el último cuarto de siglo se ha visto un cambio vertiginoso en el perfil social de la población española, millones de inmigrantes de distintos países, especialmente de América Latina, Europa de Este y África, llenando de color y acentos variopintos las ciudades españolas, aunque muchos han regresado a sus respectivos países, a causa de la reciente crisis pasada, muchos decidieron quedarse y establecer su vida y sus familias aquí”, explica la investigadora.

Y aclara que “muy al contrario de lo que la gente piensa, el hijo de un inmigrante no es inmigrante, pues se lo define como alguien que, por su propia decisión o movido por intereses personales, sale de su país. Los niños que acompañaron a sus padres, en cambio vinieron porque los trajeron, ellos no decidieron dejar su casa, sus amigos y su familia por voluntad propia, ni mirando un futuro, ya que los niños no llegan a ese pensamiento a tempranas edades, sino mucho más tarde. Estoy hablando de niños pequeños, menores de siete-ocho años” ·

Entre sus resultados, considera de especial importancia que se tome el tema de los Chicos de Tercera Cultura con la relevancia que corresponde ya que muchas veces los adultos, piensan que las vivencias que tienen los niños a temprana edad no son problemas graves. “Por el contrario, el no tener un lugar de pertenencia es muy importante y no sólo marca su forma de ser, sino la perspectiva con la que se ve la vida”, es una de sus conclusiones.

También explica que es necesario comprender y acompañar a estos niños y facilitarles el camino hacia la integración, intentar construir un puente para que ellos puedan llegar a buen destino.

“Es nuestro deber como adultos velar por el bienestar de nuestros protegidos, que valoren las ventajas de esa nueva cultura, que sepan sacar partido de ellas y ver las amenazas como un desafío que superar. El niño de Tercera Cultura tiene su arraigo en los padres, y a veces ni eso, porque en muchos casos sus padres se ven en la obligación de viajar y ellos quedan al cuidado de un familiar o amigos. Como educadores debemos tener los ojos bien abiertos, debemos aprender a mirar más allá de las palabras que nos dicen, debemos saber que ellos sienten temor al futuro, que su suelo es débil y quebradizo, debemos acompañarlos y brindarles lo que necesitan en el momento oportuno, un abrazo, un mimo, una palabra de ánimo”, dice.

Finalmente, la autora de la investigación comparte que “No debemos olvidar que un niño recién llegado es un niño que ha debido dejar amigos, familiares, mascotas y juguetes, debemos darle tiempo para asimilar las pérdidas, muchas veces pasan necesidades económicas hasta que sus padres pueden establecerse, como tutores los que palíen esa época dolorosa, con respeto y con cariño. No es fácil dejar todo lo que conocías y atreverte a enfrentar un mundo nuevo, sobre todo si no fue tu decisión, debemos ser un canal para contrarrestar, aunque sólo sea un poquito, ese tiempo duro para que duela menos”.

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