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20 años celebrando navidades como emigrantes

Hugo Boscán

Maritza y Maribel salieron en dos fechas diferentes de su natal ciudad de El Tigre (Venezuela), pensando pasar solo un tiempo, pero sin darse cuenta ya han pasado unas cuantas navidades en territorio europeo.


  Maribel Caraballo, abogada en su país, vino acompañada por su madre, Maritza Rivas, ambas sólo con la intención de probarse un tiempo fuera de su tierra y de su familia.


  --Yo vine hace cerca de veinte años. Una emigrante más que deseaba probar hasta donde podía alcanzar su resistencia a vivir lejos de su tierra oriental venezolana, donde se venera la advocación mariana de la Virgen del Valle.


  Recuerda que la primera Navidad que pasó en España no fue muy dura, no le “pegó” mucho la nostalgia porque, aunque todavía carecía de amistades españolas, tenía la compañía de quien le trajo al mundo.


  Llegaron primero a Almería donde ella comenzó a trabajar en un hotel, en labores de mantenimiento.


  De aquel tiempo han pasado cerca de veinte años y cuando alguien le pregunta si no se siente ya algo española, responde rápidamente: “Yo no me siento española, siento que aquí sigo siendo emigrante, que sigo siendo venezolana, de El Tigre”.


  Luego pasa a hacer algunas recomendaciones a compatriotas que están llegando: “Tienes que darte cuenta de que no estás en tu tierra, que estás en otro país y por lo tanto, debes respetar sus costumbres, adaptarte a los nuevos vecinos para no tener problemas, disfrutar la estada en otra nación, llevar en la mente aquello de que nuestra mayor gloria no está en no caer nunca, sino en levantarnos cada vez que caigamos”, añade.


Maribel ha encontrado solidaridad en la Comunidad Valenciana, concretamente en Xátiva, aunque dice que los primeros meses se sentía extraña en las reuniones porque la gente conversaba en “valenciá” y ella no entendía lo que decían

  Maritza, por su parte, se prepara para celebrar su quinta Navidad en España.

 Admite que durante la primera le afectó la nostalgia, la lejanía del resto de su familia.


  --Hoy día me siguen haciendo falta. Deseara estar allá, en El Tigre, saboreando nuestras hallacas, el dulce de lechosa y todos esos platos típicos orientales venezolanos.


   --Yo vine solo por dos meses y ya voy a cumplir cinco años aquí, cinco años como emigrante y confieso, he llorado en alguna de esas Noches Buenas o la noche en que recibimos el nuevo año, pero nos vamos adaptando --afirma Maritza sin poder ocultar un rasgo de tristeza en su rostro.


  Las dos emigrantes se desempeñan como cuidadoras de personas de edades avanzadas, generando algunos euros para poder enviarles algo a su familia en Venezuela.


Foto cortesía de Maribel Caraballo



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