Sebastián de la Nuez/ Madrid
Solo 3 anotaciones en torno al concierto de Los Rolling Stones en el Wanda Metropolitano, antier. La primera es acerca del público: feliz, divertido y con franco espíritu de estar en comunión. Una especie de rito compartido en masa y en festiva paz, como si todos los que estábamos allí supiéramos algo que los de afuera (es decir, el resto de la ciudad o del mundo) no saben o solo pueden intuir. Un estado de gracia con olor a maría, pues.
La verdad es que el público madrileño es fantástico.

Lo otro, el fenómeno cultural sintetizado en unos héroes de guitarra y micrófono. No hay mucho más, apenas eso. No ha debido ser tan difícil recorrer ese camino, solo habrán tenido que lidiar con algún exceso. Parece fácil, a primera vista.
La tercera anotación: a final de cuentas, todo se reduce a las ideas. Las ideas se convierten en acordes pero también pueden ser ver una posibilidad donde hasta entonces nadie la ha visto. Uno se pregunta, mientras suena (atronadoramente) a unos metros de distancia “Gimme Shelter”, ¿a quién demonios, entre ellos, se le ocurrió poner a cantar el puente y las siguientes estrofas a una negra capaz de llegar a notas muy altas para gritarle su desesperación al mundo? ¿No es una de las mejores ideas que se le haya ocurrido a cualquiera en cualquier rama de las artes jamás, en cualquier esquina de la Historia escrita con mayúsculas?